Oración
Preparatoria para todos los días:
¡Oh María, digna Madre de Dios y
tierna Madre nuestra, que apareciendo en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente
en vuestro Corazón un asilo y refugio segurísimo, y en vuestro rosario un arma
victoriosa contra el enemigo de nuestras almas, dándonos también rica promesa
de paz y vida eterna!
Con el corazón contrito y
humillado por mis culpas, pero lleno de confianza en vuestras bondades, vengo a
ofreceros esta novena de alabanzas y peticiones. Recordando, Señora
benignísima, las palabras de Jesús en la cruz, "Ahí tienes a tu Madre",
os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis a vuestro hijo!
Recibid mi corazón, y ya que es
palabra vuestra "Quien me hallare, hallará la vida", dadme que
amándoos con amor filial, halle y goce aquí la vida de la gracia y después la
vida de la gloria. Amén.
Día 1º
Reinado del Corazón de María
Dijo la Virgen a los pastorcitos
de Fátima: "Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi
Inmaculado Corazón". En verdad, ¿puede haber cosa más justa y digna?
Oigamos al P. Claret: "¿Habrá quien pregunte por qué veneramos al Corazón
de María? ¿Se han meditado bien la excelencia de este Corazón y las
perfecciones sobrehumanas y más que angélicas que lo adornan? ¡Oh, con qué
alegría contempla el Señor al Corazón de María, al que ninguna mancha desfigura
ni afea germen alguno de pasión mala, en el que no existe sobra de defecto que
pueda hacerle indigno y cuyas afecciones son todas celestes! O por hablar con
más propiedad, ¡con qué satisfacción no se contempla a Sí mismo en aquel espejo
fiel en donde se hallan retratados todos los rasgos de su semejanza, borrados
en el resto de los hombres!". Y afirma San Bernardino de Siena que
"para ensalzar los sentimientos del Corazón Virginal de María no bastan
las lenguas de todos los hombres, ni aún las de los ángeles". ¡Tan digno y
santo es!
¡Oh alma devota! Dios lo quiere:
Dios ha honrado sobremanera al Corazón de María: honra tú también, ama y
obsequia cuanto puedas al Corazón amantísimo de tu dulce Madre.
Después de la meditación propia del día
pídanse las gracias.
Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al
Corazón de María.
Día 2º
Desagravio al Corazón de María
La Virgen pidió en Fátima a los
tres niños ofrecieran sacrificios en reparación de las ofensas que se infieren
a su Inmaculado Corazón. Pidió en particular la comunión reparadora de los
primeros sábados. Lo que sostiene a este mundo pecador es el espíritu de
reparación, que llega a su valor más alto en la misa, donde Jesús encabeza las
reparaciones y desagravios de la Iglesia toda a su Eterno Padre.
Se ofende a Dios, y se ofende
mucho también a su amadísima Madre, cuyo Corazón gime atravesado con la
simbólica espada. "Ese vaso de santidad -exclama San Buenaventura- ¿cómo
se ha trocado en mar de penalidades?" La Virgen Madre puede responder:
"Hijos he criado y exaltado, mas ellos me despreciaron".
¡Penitencia! nos dice María en
Fátima como en Lourdes. Sí: Fátima es un pregón de penitencia para esta época
en que se niega la gravedad del pecado, se glorifica el sensualismo y se
concretan las aspiraciones a gozar de esta vida. No volver a pecar: esto es lo
primero en el verdadero penitente. Y luego, mortificarse y sufrir algo por
Dios. Oigamos, pues, el clamor de María: ofrezcamos oraciones, buenas obras y
sacrificios en desagravio a su afligido Corazón.
Día 3º
El Corazón de María, iris de paz
El mundo desconoce a Dios; es un
impío; y está escrito: "No hay paz para los impíos". Habrá en él
mucha inteligencia, mucho brazo, mucha máquina; pero falta corazón. Y por eso
falta amor, concordia, paz.
En Fátima aparece y brilla como
nunca un Corazón, un Corazón de Madre, capaz de unir los corazones todos y
llevarlos a Dios. "En ese Corazón -dice Ricardo de San Lorenzo- la
justicia y la paz se besaron", porque como explica San Bernardo,
"maría recibió del mismo Corazón del Eterno Padre en su propio Corazón, al
Verbo", que es nuestra paz y reconciliación.
¿Acaso no es oficio propio de la
madre aplacar al Padre con los hijos y pacificar a éstos entre sí? Sala de esos
armisticios es el corazón de toda madre. El de María es arca noética de donde
sale siempre la paloma mensajera de paz, cuyos ramitos de olivo caen y germinan
en las tierras ensangrentadas por el odio.
"Abre, pues, oh María -le
suplica San Bernardo- la puerta del Corazón a los llorosos hijos de Adán".
Ante ese "áureo altar de paz" vengan todos a depositar su ofrenda,
reconciliados ya con sus hermanos. Roguemos a la Reina de la paz la dé a los
pueblos y familias; pero más, mucho más a los pecadores que están alejados de
Dios y tiranizados por el demonio.
Día 4º
El Corazón de María y los pecadores
No una, sino varias veces exhortó
la Virgen a los niños de Fátima a orar y sufrir por la conversión de los
pecadores, y pidió expresamente el culto a su Corazón como medio de
conversiones.
Dicen muchos: "Pequé, y ¿qué
de malo me ha sucedido?". No hablarían así, a poca fe y reflexión que
tuvieran. Verían que el pecado mortal mata al alma, roba la paz y todos los
méritos, enemista con Dios y esclaviza bajo el poder de Satanás. El que muere
en pecado mortal se condena para siempre. ¡Qué espantosa desgracia!
Un avemaría diaria rezan los
archicofrades del Corazón de María por los pecadores. Y María les inspira
arrepentimiento, confesión, enmienda, y así les torna la vida, antes
insoportable, dulce y feliz. "¡Cuánto no debemos al tesoro de consuelos
que encierra el Corazón Inmaculado de María!" exclamaba el P. Faber,
convertido por ese Corazón de Madre.
"¡Oh María! -le decía San
Alfonso María de Ligorio- si vuestro Corazón llega a tener compasión de mí, no
podrá dejar de protegerme".
El Papa en nombre de toda la
humanidad pecadora, ora de este modo: "Estamos seguros de obtener
misericordia y de recibir gracias, no por nuestros méritos, de los que no
presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de vuestro materno
Corazón".
Acude tú también a este Trono de
misericordia; y pídele la conversión de los pecadores empedernidos.
Día 5º
La Gran Promesa del Corazón de María
Esta promesa será sin duda lo que
más perpetúe el nombre de Fátima a través de los siglos y traiga más frutos de
salvación. "Prometo -dijo la Virgen- asistir en la hora de muerte con las
gracias necesarias para la salvación a los que en cinco primeros sábados de mes
seguidos comulguen y recen el rosario meditado".
Ante este alarde de misericordia
del Corazón de María, el mundo se ha conmovido. El mismo soberano Pontífice
pone al principio de la misa del Corazón de María aquella invitación:
"Vayamos con confianza a ese Trono de gracia". Y cada uno de los
fieles ganoso de asegurar lo que más importa, el porvenir eterno, tiene cuenta
con sus cinco primeros sábados, evita el interrumpirlos, se alegra de
coronarlos y se complace en repetirlos.
Es interesante el dato
evangélico: Jesús otorgaba sus favores y prodigios preferentemente en sábado. E
interrogaba a sus detractores: ¿Es lícito curar en sábado? Su Madre divina
parece responder: los sábados son los días de mi predilección a favor de mis
devotos en la tierra y en el purgatorio.
¡Oh alma! reza el rosario y
comulga en dichos días, con gratitud, con fervor, en espíritu de reparación, y
no lo dudes: albergada en ese Corazón, que es, según San Buenaventura,
"deliciosísimo paraíso de Dios", pasarás al paraíso eterno.
Día 6º
El Corazón de María y el Rosario
Como en Lourdes, María pide en
Fátima el rezo del rosario, y pide lo recemos diariamente, por la paz y por los
pecadores, es decir: "por la paz de las armas y por la paz de las
almas", según frase del Papa.
¿Necesitaremos más invitaciones
para darnos a esta dulcísima y salvadora devoción? Dulcísima, pues como dice
San Anselmo de Luca, "debería rebosar célica dulzura nuestra boca al
saludar a tan benigna Señora y bendecir el fruto de su vientre, Jesús".
Salvadora, pues dice Montfort: "No sé el cómo ni el porqué, pero es una
verdad, que para conocer si una persona es de Dios, basta examinar si gusta de
rezar el avemaría y el rosario".
Dijo la Virgen al P. Claret:
"Quiero que seas el Domingo de Guzmán de estos tiempos". Y él propagó
el rosario con celo indecible, transformando los hogares.
Al B. P. Hoyos le declaró la
misma Señora: "Hasta ahora ninguno se ha condenado, ni se condenará en
adelante que haya sido verdadero devoto de mi rosario".
"¡Reina del Smo.
Rosario!": así empieza el Papa la Consagración al Corazón de María, para
indicarnos su aprecio al rosario. Alma fiel: el rosario sea para ti un tesoro:
rézalo en familia o en particular todos los días de tu vida.
Día 7º
El Corazón de María y la meditación
La Virgen de Fátima prometió el
cielo a los que n cinco primeros sábados comulguen y recen el rosario meditando
sus misterios.
En la historia del cristianismo,
que cuenta 20 siglos, es la primera vez que la Virgen invita al mundo a la
práctica de la meditación u oración mental. Sabe muy bien que la irreflexión es
la característica de nuestra época, llena de desolación, porque no hay quien
medite de corazón.
¿Y quién podrá invitarnos mejor a
la meditación que María, que en su Corazón -testigo el Evangelio- guardaba,
meditaba y analizaba todas las palabras y acciones de Jesús niño, de Jesús
adolescente, de Jesús hombre, y así se santificaba de día en día?
Para Ella sí que las palabras de
Jesús eran palabras de vida eterna; y pues el hombre vive de toda palabra que
procede de la boca de Dios, de ellas se alimentaba la Virgen como de una
verdadera Eucaristía. Si San Juan Eudes llama al Corazón de María "Libro
de la Vida", es porque en las páginas delicadas de su Corazón la Virgen
imprimía y releía todo lo que decía y hacía Jesús durante aquellos 30 años,
para ser después el archivo divino de la Iglesia naciente.
"Ea, pues, -dice San Juan
Crisóstomo- lo que María meditaba en su Corazón, meditémoslo en el
nuestro". En los misterios del rosario está la vida de Jesús y de María:
quien los medite bien, no pecará jamás.
Día 8º
El Corazón de María y el Papa
En sus apariciones de Fátima la
Virgen menciona varias veces con amor al Santo Padre y pide se ore mucho por
él. El Papa es, entre todos los mortales, el primer hijo del Corazón de María,
por ser el "Jesús visible", o como decía Santa Catalina de Siena,
"el dulce Cristo en la tierra".
El Papa es nuestro Padre. ¡Oh si
le tuviéramos aquel amor filial que le profesaba San Juan Bosco, quien por ser
fiel a su consigna "con el Papa hasta la muerte", tanto sufrió de los
enemigos de la Iglesia, y el P. Claret, que en pleno Concilio Vaticano
manifestó que ansiaba derramar toda su sangre en defensa de la infalibilidad
pontificia!
Es nuestro Padre amantísimo:
hemos de profesarle amor, respeto y obediencia; no consentir jamás se le ataque
y persiga; rogar para que el Corazón de María lo ilumine y guarde de todo
peligro, lo haga feliz en la tierra y lo corone de gloria en el cielo.
Día 9º
Consagración al Corazón de María
El Papa Pío XII, en el 25
aniversario de las apariciones de Fátima, consagró el mundo al Inmaculado
Corazón de María, secundando de lleno la petición de la aparecida Señora. Y a
tono con él, innumerables Prelados le han consagrado sus diócesis, provincias y
naciones.
Apareció el foco de la benignidad
de la Salvadora del mundo y éste lo ha saludado con transportes de júbilo. De
ese foco de amor maternal no habrá ya quien se esconda.
"Os tengo en mi
Corazón", puede decirnos María, mejor que San Pablo a los filipenses. En
esa arca de salvación nos ha refugiado a todos el Papa, por salvarnos del
diluvio de males y vicios. ¿Cuándo? Cuando dijo solemnemente: "A vuestro
Corazón Inmaculado nos confiamos y nos consagramos, no sólo en unión con la
Santa Iglesia... sino también con todo el mundo".
Ahora nos toca a nosotros, a cada
uno de nosotros repetir la consagración y vivir de acuerdo con ella llevando
una conducta digna de hijos del Corazón de María, una vida de pureza, de
oración, de mansedumbre, de caridad, de paciencia, de mortificación, virtudes
que nos harán semejantes a nuestra Madre y fieles discípulos de Jesús, nuestro
adorable Redentor, y nos otorgarán derecho a la eterna bienaventuranza.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Corazón de María, el más
amable y compasivo de los corazones después del de Jesús, Trono de las
misericordias divinas en favor de los miserables pecadores! Yo, reconociéndome
sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el Señor ha puesto el tesoro de sus
bondades con plenísima seguridad de ser por Vos socorrido. Vos sois mi refugio,
mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y os diré en todos mis apuros y
peligros:
¡Oh dulce Corazón de María, sed
la salvación mía!
Cuando la enfermedad me aflija, o
me oprima la tristeza, o la espina de la tribulación llague mi alma,
¡Oh dulce Corazón de María, sed
la salvación mía!
Cuando el mundo, el demonio y mis
propias pasiones, coaligados para mi eterna perdición, me persigan con sus
tentaciones y quieran hacerme perder el tesoro de la divina gracia,
¡Oh dulce Corazón de María, sed
la salvación mía!
En la hora de mi muerte, en aquel
momento espantoso del que depende mi eternidad, cuando se aumenten las
angustias de mi alma y los ataques de mis enemigos,
¡Oh dulce Corazón de María, sed
la salvación mía!
Y cuando mi alma pecadora se
presente ante el tribunal de Jesucristo para rendirle cuenta
de toda su vida,
venid Vos a defenderla y ampararla, y entonces, ahora y siempre,
¡Oh dulce Corazón de María, sed
la salvación mía!
Estas gracias espero alcanzar de
Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios
en vuestra compañía por toda la eternidad en el cielo. Amén.
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